Homilía para 23 Domingo de Tiempo Ordinario
Le llevaron a Jesus un hombre sordo. Jesús lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos, y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos. (Mc 7:31-37)
“En el centro del Evangelio hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que —en su sentido profundo— resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo.” Estas son las palabras del Papa Benedicto. (Ángelus, 2012) ¿Cuál es esa palabra? Esta palabra es «Effetá», que significa: «ábrete».
Jesús le dijo al sordo: “Effetá”. Y sus oídos se abrieron. Jesús puede decirte la misma palabra, “Effetá”, y abrir tus oídos para escuchar la palabra de Dios, abrir tu mente para conocer la voluntad de Dios, abrir tus ojos para ver los milagros de Dios y abrir tu corazón para sentir la amor de Dios.
Echemos un vistazo más de cerca a cómo Jesús usa la palabra Effetá para abrir los oídos del sordo y entender cómo Jesús puede abrirnos a cada uno de nosotros a la poderosa y maravillosa presencia de Dios en nuestras vidas. Hay cuatro puntos.
Primero, el lenguaje es significativo. Effetá es arameo. El arameo era el idioma de Jesús. Solo hay tres frases en el evangelio que los escritores del evangelio pensaron que eran tan memorables que registraron las palabras en el idioma real de Jesús. Al final del evangelio, cuando Jesús está colgado de la cruz, dice: “Eloi, Eloi, lema sabachthani”. Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado? Al principio del evangelio, la hija de Jairo muere. Jesús entra en su habitación y dice: “Talitha koum”. Levántate, niña. Entre ambos, Jesús dice, “Effetá”, ábrete.
Puede haber una conexión entre los tres usos. El arameo se registra cuando Jesús se sintió más abandonado y el arameo se registra cuando hubo una pérdida de vidas. En el medio está la palabra, “Effetá”, ábrete. Cuando tu y yo nos sentimos más abandonados, o sentimos que nuestra vida ha perdido significado y propósito, ¿qué mandato de Jesús ayudaría más? Effetá, ábrete. Ábrete a la presencia de Dios. Ábrete a la sanidad de Dios. Ábrete al amor de Dios.
En segundo lugar, la ubicación es importante. Jesús fue a la región de la Decápolis. Esta zona se llama así por diez ciudades griegas. El área está fuera de la tierra de Israel. Es una tierra extranjera, la tierra de los gentiles.
En este mundo también somos viajeros en una tierra extranjera. A veces, se siente aún más extraño cuando el mundo se vuelve loco. Sentimos el dolor de quienes sufren a causa del huracán. Nos sentamos horrorizados preguntándonos por qué un estudiante de secundaria mataría a tiros a otro. Estas cosas, y mucha más, se sienten fuera de lugar. Parte de nuestro ser más íntimo anhela la visión pintada en Isaías:
‘¡Animo! No teman.
He aquí que su Dios,
Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos
y los oídos de los sordos se abrirán.
Saltará como un venado el cojo
y la lengua del mudo cantará.
Brotarán aguas en el desierto
y correrán torrentes en la estepa.
Así es como queremos que sea el mundo. Pero, en cambio, tenemos inundaciones, violencia y enfermedades. En el evangelio, Jesús fue a una tierra extranjera para hacer las cosas bien. En nuestro mundo de hoy, Jesús viene a nuestra tierra extranjera para hacer las cosas bien. En el evangelio, abre los oídos de un sordo para que pueda oír. En nuestra tierra extranjera, él abre nuestros ojos para que podamos ver la visión de Isaías irrumpiendo en este mundo nuestro. El reino de Dios está cerca.
En tercer lugar, la manera en que Jesús curó al sordo es significativa. Para realizar esta curación, el evangelio dice: “Él lo apartó a un lado de la gente”.
En esta tierra extranjera nuestra, hay multitudes que te van a empujar de una manera u otra. Hay multitudes que te van a presionar para que creas de esta manera o de aquella. Hay multitudes que te hacen sordos a la única voz que importa. Para curar la sordera de este hombre, tuvo que alejarlo de la multitud. Tuvo que alejarlo del “ruido” del mundo. Para escuchar la voz de Jesús, también debemos apartarnos de la multitud. Nuestras multitudes pueden ser noticias por cable, redes sociales o relaciones poco saludables. Para que Jesús pueda decir, “Effetá”, sea abierto, necesitamos alejarnos de la multitud. Necesitamos desconectarnos de todo el ruido de nuestra vida.
Cuarto, la forma en que Jesús pronunció esta palabra es significativa. Fue “cercano y personal”. Le mete los dedos en los oídos del sordo. Escupe y toca la lengua del sordo. No te acercas mucho más a otra persona. Es como si Jesús se estuviera “conectando a sí mismo” con este hombre.
Algunas personas miran a Jesús porque les gustan sus enseñanzas y filosofía. Jesús no es una enseñanza ni una filosofía. Jesús es una persona que quiere estar de cerca y ser muy personal – cara a cara con sus dedos abriendo tus oídos sordos. Quiere tocar tu lengua para que las palabras que fluyen no sean el idioma del mundo, sino el idioma de Dios.
Mientras deambulamos por esta tierra extranjera nuestra, Jesús quiere realizar la misma curación para nosotros. Jesús quiere que nos alejemos de la multitud para que podamos escuchar su voz. Jesús quiere tener una relación cercana y personal para que podamos sentir su presencia. Jesús quiere curar no solo la sordera de nuestros oídos, sino también la sordera de nuestros ojos y nuestro corazón.
Jesús quiere decir: “Effetá”. Ábrete a las posibilidades. Ábrete a los milagros. Ábrete a la curación. Ábrete al perdón. Ábrete a la idea de que podría haberse equivocado. Ábrete a Dios quien es transformando un mundo de oscuridad, división y desesperación en un mundo de luz, comunión y esperanza. Ábrete a escuchar la palabra de Dios. Ábrete a hablar el idioma de Dios, un idioma de amor.
La palabra es tan importante que forma parte del rito del bautismo. Concluyamos con la misma oración. Oremos:
El Señor Jesús hizo oír a los sordos y hablar a los mudos. En su [vida], que el Señor abra sus oídos para escuchar su palabra y abra su lengua para proclamar su fe, para la gloria de Dios Padre. Amén.