Zaqueo era el jefe de publicanos en Jericó cuando Jesús llegó a la ciudad. El evangelio dice que Zaqueo “buscaba ver a Jesús”. Eso me suena como si tuviera curiosidad acerca de este hombre santo que viene a la ciudad. No parece que quisiera acercarse a Jesús o ser su discípulo, pero simplemente “buscaba ver Jesús”. Ciertamente no suena como si estuviera esperando que Jesús entrara en su casa y cambiara su vida. Pero eso es lo que pasó.
Zaqueo quería observar desde la distancia. A veces nos gusta observar desde la distancia.
En el árbol, Zaqueo tenía un mejor punto de vista. Estaba por encima de las multitudes en una posición de superioridad. Estaba por encima de el desdén por su ocupación de las multitudes. Estaba por encima del ridículo silencioso por su baja estatura. Estaba por encima de la soledad de estar alineado con los odiados romanos.
En el árbol, Zaqueo estaba por encima de la presión de la multitud. Se distanció de las necesidades, los defectos, los egoísmos y las envidias de las multitudes. Para Zaqueo en el árbol, debe haber sido refrescante estar muy por encima del aire estancado de la humanidad, observando a las masas desde la distancia mientras disfrutaba de la luz del sol y la suave brisa. Él sólo quería un vistazo de Jesús.
A veces nos gusta observar desde la distancia. Buscamos a Jesús, no en medio de la humanidad, sino sentados en lo alto de una rama de un árbol. Cuando nos sentamos en esta elevada posición, el discipulado significa mirar a Jesús, no seguir a Jesús; observando a los demás, no caminar con los demás.
Desde la rama del árbol, podemos criticar y juzgar. Estamos por encima de todos los conflictos porque estamos solos, estamos por encima de los demás y sabemos que tenemos razón. Los problemas apremiantes del mundo como la pobreza, la deuda del tercer mundo, el racismo, la degradación ambiental, la inmigración y la injusticia… los vemos desde la distancia. Pueden ser diseccionados, analizados, juzgados y descartados como no relevantes para nuestro mundo en el árbol.
En el árbol vemos a Jesús con la misma postura calculada. No tocamos su túnica para sanar, no dejamos que toque nuestros ojos para que podamos ver, no nos arrodillamos y pedimos su misericordia, no nos mezclamos con sus discípulos. En la rama podemos ignorar convenientemente nuestros propios pecados. El pecado pertenece abajo en las multitudes, no arriba del árbol.
Algo sorprendente le sucedió a Zaqueo ese día en la rama. Zaqueo buscaba ver a Jesús. Poco se dio cuenta de que Jesús buscaba de salvar a Zaqueo.
Jesús mira hacia arriba y dice: “Zaqueo, bájate”. Ya no eres un paria porque te estoy llamando por tu nombre. “Bájate, pronto.” Me perteneces.
Y Zaqueo descendió rápidamente. Entre la rama y la raíz de ese árbol sicómoro, Zaqueo tuvo una gran conversión.
Entonces Jesús hace un comentario de lo más impactante. “Hoy, debo quedarme en tu casa”. Es audaz y descortés invitarse a sí mismo a la casa de otra persona. Peor aún, Jesús se invita a sí mismo a la casa de un pecador notorio.
Comenzaron todos a murmurar. Zaqueo, poniéndose de pie, se comprometió a traer justicia a su mundo, a hacer su parte para marcar el comienzo del Reino de Dios. Se comprometió a dar la mitad de sus posesiones a los pobres. La ley sólo exigía el diez por ciento. Se comprometió a pagar cuatro veces la cantidad que debe en restitución. En la rama, Zaqueo observa pasar el reino de Dios. Al permitir que Jesús entre en su casa, está ayudando a Jesús a introducir el reino, un reino que favorece a los pobres y oprimidos.
Una vez que bajes de la rama, Jesús no se detendrá allí. Jesús va a querer entrar en tu casa. Él va a querer quedarse contigo, vivir contigo y cenar contigo. El reino de Dios está cerca. Zaqueo recibió gozosamente a Jesús en este banquete. La salvación llegó a su casa. ¿Cómo responderás?
Aquí mismo, ahora mismo, te llama por tu nombre y te dice: “Scott, bájate de tu árbol”. Deja atrás tus juicios y críticas, tus malas decisiones y errores del pasado. Deja atrás tus preocupaciones por el futuro. Bajate, ahora. Bajate pronto. Hoy quiero quedarme en tu casa”.
¿Bajarás? Vuelves a comprometer tu vida a ayudar a los pobres y oprimidos, actúas en cuestiones de justicia, buscas a los amigos y familiares que se han perdido, renuevas tu compromiso de vivir una vida digna de ser su discípulo. Jesús quiere entrar en tu casa. Quiere llegar a conocerte, y quiere que lo conozcas. Él te dice: “Bajate pronto”. ¿Cómo respondes?