Homilia para el Tercer Domingo de Adviento
Si tuvieras la oportunidad de hacerle una pregunta a Jesús, ¿qué le preguntarías?
Podrías hacer una pregunta personal: ¿Por qué me está sucediendo esto?
O una pregunta teológica: ¿Por qué tuviste que morir en la cruz?
O una pregunta sobre el futuro: ¿Cuándo llegaran mis problemas a su fin?
O una pregunta sobre su dirección en la vida: ¿Cómo sé que estoy en el camino correcto?
Si tuvieras la oportunidad de hacer una pregunta a Jesús ¿Cuál sería esa pregunta?
A Juan el Bautista se le dió la oportunidad de hacer una pregunta a Jesús. Desde dentro de una prisión, envió a dos de sus seguidores para preguntarle a Jesús esto: “¿Eres tú él?” “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos buscar a otro?”
Esta podría ser la mejor pregunta. Si Jesús no es el uno, ¡no tiene sentido hacer ninguna de las otras preguntas!
En las lecturas de hoy, hay una respuesta a la pregunta de Juan, y quizá a todas las demás preguntas. La respuesta no viene directamente de la boca de Jesús, sino de dos palabras expresadas por Santiago. Al principio de la segunda lectura, dice esta respuesta: “Se paciente”. (Sant 5: 7-10)
Imagina cómo Juan el Bautista oiría estas palabras, ‘se paciente’. Esperando para su ejecución, él preguntó: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” La respuesta que él escucho fué simple: se paciente.
La luz de Dios está entrando en este mundo de tinieblas. Se paciente. “Su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlo.” Sea paciente. “La venida del Señor está cerca”. Se paciente.
Imagínese a una persona haciendo una de las otras preguntas: ¿Por qué me está sucediendo esto? ¿Cómo sé que estoy en el camino correcto? ¿Cuándo mis problemas llegarán a su fin? La respuesta podría ser la misma: sea paciente. Confía en Dios y confía en el que envió a este mundo.
No nos gusta “ser paciente” como la respuesta. Queremos algo más definitivo, más directo, más inmediato. “Ser paciente” no es una respuesta en absoluto!
¿Por qué no aceptamos ser pacientes como respuesta? Una de las razones es la duda. Dudamos que Jesús es la respuesta. Cuando dudamos, vamos a buscar alguna otra respuesta. Esa búsqueda nos desvía, lejos de la vida de Dios, en el árido desierto de nuestra propia creación. Conocer la duda de la gente hace que Jesús pregunte: “¿Qué fuiste a ver al desierto?” “Una caña sacudida por el viento…A un hombre lujosamente vestido.”
Aquí hay algunas sugerencias prácticas para Adviento. En lugar de tomar una decisión de compra precipitada, sea paciente. En lugar de decir algo que podría arrepentirse, sea paciente. En lugar de buscar una manera fácil de salir de un problema, sea paciente. En lugar de tratar de hacer demasiado al mismo tiempo, sea paciente.
Que el maravilloso plan de Dios florezca en tu vida. Sea paciente como el desierto seco descrito por Isaías. Un día, vendrá una lluvia suave. En ese día, “se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se alegre y dé gritos de júbilo.”
Juan el Bautista le preguntó a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús no respondió. Él dijo: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo.” Ser paciente significa esperar a que Dios abra nuestros ojos para que podamos ver correctamente. Ser paciente significa esperar a que Dios abra nuestros oídos para que podamos escuchar correctamente.
Concluyamos con una oración:
Jesús, abre mis ojos para que pueda ver lo que quieres que vea. Abre mis oídos para que pueda escuchar lo que quieres que oiga. Dale fuerza a mis piernas para que pueda caminar por el sendero que has trazado ante mí. Límpiame de mis imperfecciones para que viva sin vergüenza ni culpa. Levántame de la muerte a una novedad de vida. Sálvame de mi pobreza.
Jesús, concédeme la gracia de ser paciente mientras espero tu entrada en mi vida y en el mundo.