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¿Cuál es la moneda de Dios?

Jesús dijo: Enséñenme la moneda del tribute”. Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: “¿De quién es esta imagen?” Le respondieron: “Del César”. Y Jesús concluyó: “Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.  (Mt 22:15-21)  Esta simple afirmación podría convertirse en nuestra regla de vida.

Es tentador pensar que esto significa divider nuestras vidas en dos partes: Dios y César. Si venimos a la iglesia, damos a Dios. Si vamos a trabajar, damos al César. Si hacemos una donación caritativa, la damos a Dios. Si pagamos nuestros impuestos,  los damos al César. Quizás eso sea lo que pensamos, ¡pero está absolutamente equivocado!

Cuando Jesús dijo: “Den a Dios lo que es de Dios”, surge la pregunta: “¿Qué es de Dios?” La respuesta: ¡Todo! Todo te incluye. Tu aliento, tu cuerpo, tus talentos, tus posesiones, tu estatus, incluso tu dolor y sufrimiento… todos pertenecen a Dios.

Das a Dios lo que es de Dios. ¡Todo pertenece a Dios, incluyéndote a ti!

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La moneda fue hecho por César. La moneda tenía impresa la imagen de Tiberio en una cara. La moneda pertenecía a César.

Tú, sin embargo, fuiste hecho por Dios. Tienes la imagen de Dios impresa en tu alma inmortal. Tú perteneces a Dios. Eres la moneda de Dios.

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La moneda de Dios no es como la moneda del César.

La moneda de César lleva la imagen de Tiberio. La moneda de Dios lleva la imagen de Cristo crucificado.

La moneda de César sirve al propósito del Imperio Romano. La moneda de Dios sirven al reino de Dios.

La moneda de César adquiere poder mediante la acumulación de riqueza. La moneda de Dios adquiere paz a través de actos de abnegación y donación.

Con la moneda de César, lo único que importa son las posesiones. Con la moneda de Dios, lo único que importa es la dignidad de la persona humana.

Eres la moneda de Dios. Dios quiere que hagas de ésta una economía de la fe, la esperanza y el amor.

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Dios quiere gastar esta moneda. Dios te va a usar para hacer ciertas transacciones en el mundo. Como moneda de Dios, Dios te pondrá en situaciones particulares y esperará algo a cambio.

Eres la moneda de Dios en el lugar de trabajo. Cuando Dios Gasta esta moneda en el lugar de trabajo, podría ser para agregar alegría, promover la verdad, corregir una injusticia o perdonar a un compañero de trabajo.

Eres la moneda de Dios en el hogar. Cuando Dios gasta esta moneda en la familia, podría ser para comprar amor, traer armonía, brindar seguridad o invertir en el florecimiento de tu familia.

Eres la moneda de Dios en el mundo. Cuando compras alimentos, eres moneda de Dios. Cuando conduces por la carretera, eres moneda de Dios. Cuando conoces a un extraño, eres moneda de Dios.

Dios quiere gastar esta moneda para comprar para el mundo alegría, paz, paciencia, bondad y mansedumbre. Estás realizando la obra de Dios en cualquier situación en la que te encuentres.

Por el contrario, cuando estés hacer algo contrario a ser moneda de Dios: enviar un mensaje de texto atrevido, hacer una publicación provocative en las redes sociales, enojarte con tu cónyuge, pregúntate: “¿Es así como Dios quiere gastar esta Preciosa moneda?”

Imagina por un momento una situación difícil en tu vida. ¿Cómo cambiaría la situación si actuaras como moneda de Dios, para realizar la obra de Dios? ¿Cómo cambiaría el mundo?

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Permítanme concluir con otra imagen.  Para hacer una moneda en la época romana, la gente obtenía mineral de plata: roca mezclada con vetas de plata. Calentarían la roca. La plata se fundiría en un crisol. Las impurezas comenzarían a flotar hacia la superficie. Un refinador eliminaría las impurezas hasta poder ver su reflejo en la plata pura y líquida.

Eres la moneda de Dios. Imagina que Dios te está hacienda a partir de un trozo de mineral. Dios te calienta con un fuego purificador. La plata fluye de la roca hacia un crisol. Dios eliminó las impurezas: el egoísmo, los malos hábitos, los Pensamientos desagradables. Cuando Dios miró fijamente el metal líquido, vio su propio reflejo.  En ti.  Porque tu eres la moneda de Dios muy preciosa. Jesús dijo: “Den a Dios lo que es de Dios”. ¿Qué es de Dios? Todo. Tú y yo somos moneda de Dios. Llevemos esa imagen de Dios en todo lo que hagamos.